lunes, 6 de febrero de 2012

CULTURA Y CIVILIZACION: DOS FASES HISTORICAS SUCESIVAS [ I ]


Se suele usar indistintamente los términos de cultura y civilización, pero algunos historiadores hacen una distinción  entre ellos, la que permite enriquecer la visión de los distintos desarrollos históricos y establecer diferencias que escapan de no aceptarse tal distinción. Nos referiremos aquí a la interpretación que al respecto da Oswald Spen­gler.[1]

En efecto, Spengler considera  que lo cultural propiamente dicho es un proceso creativo que surgiendo del espíritu y del intelecto humanos contribuye a enriquecerlos en grado significativo, mientras que la civilización tiene una gravi­tación mayor en el aspecto material y pragmático de la vida en el día a día. Así, el trabajo de creación cultural deviene en un desarrollo históri­co inédito, en cambio, el de la civilización parte de la obra y logros de una cultura precedente que le sirve de punto de parti­da, por ende,   entre cultura y civilización, según Spengler,  se da una relación de carácter filial. En una fase cultural se vislumbra una era auroral plena de posibilidades en todos los órdenes de la crea­ción del ser humano; en la civilización hay como un atardecer grandioso pero que declina en un devenir que obligadamente se plasma dentro de ciertos límites  predeterminados, límites que le impone la matriz cultural de la que nace.

Cabe complementar esta distinción spengleriana entre cultura y  civilización con lo que al respecto sostiene el brasilero P. Leonel Franca[2] contraponiendo tales dos conceptos como «dos fases  análogas a virilidad y decrepitud en el proceso de la evolución biológica». La fase cultural es un verano de pujanza en el que lo que se produce excede a lo que se consume o destruye; la fase de civilización es un invierno en el que el gigantismo y un cosmopolitismo universal llevan al desequilibrio de consumir y destruir más de lo que se crea.      

Así, lo cultural propiamente dicho será asumido como la obra temprana de una creación histórica, primaveral si se quiere,  cuyo proceso implica una evolución positiva del ser humano individual en el ámbito de su sociedad, poniendo en juego todas sus potencias, las del espíritu y las de toda su capacidad  e inventiva creativa, que lejos de centrarse mayormente en tal o cual línea de la praxis humana, la creación cultural abarca todos los aspectos del quehacer humano sean éstos el arte y la ingeniería,  la filosofía y la economía, o la ciencia y la creencia.

En una civilización ocurre todo en forma muy distinta, la libertad creativa del espíritu  y el alma humanas resultan como opacadas por el ímpetu pedestre y ramplón de lo que Ortega y Gasset llamaba el ‘hombre masa’,  y es como si la presencia de la propia naturaleza  ante los excesos de la civilización cobrara un peso crecientemente abrumador y amenazante. En general, y como así lo piensan otros historiadores, el énfasis de civiliza­ción está más en lo externo y en lo universal, mientras que en lo cultural la obra humana se circunscribe más una región y  a cierto grupo de pueblos, y además atañe más a las potencias superiores del espíritu humano


[1]Oswald Spengler: LA DECADENCIA DE OCCIDENTE
[2]Leonel Franca: LA  CRISIS DEL MUNDO MODERNO

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