lunes, 31 de octubre de 2011

PERU: ANTECEDENTES FORMATIVOS EUROPEOS (III)


En la nota anterior se ha visto la contraposición que en el plano de lo filosófico  y de los valores se dio entre España e Inglaterra. Así España optará por mantenerse fiel a la tradición epistemológica medieval, por ende  se identificó con la perspectiva neoescolástica, cuya vigencia se mantiene actual aún hoy en día. Inglaterra  en cambio asume una perspectiva contrapuesta  al hacer suya la visión de los franciscanos de Oxford, quienes como afirma Leopoldo Zea «perfilan al hombre y ciencia modernos».

Aquella diferencia de  visión entre esas dos naciones irá de la mano con una confrontación abierta entre España e Inglaterra, la que se manifestará  tanto en el terreno de lo político y lo militar  como en sus respectivos modelos de colonización del continente americano. Según Juan A. Ortega y Medina a quien acota Leopoldo Zea,  se puede señalar como factores en pugna entre ambos modelos: el de la posición de la Reforma protestante versus la Contrarreforma, el desarrollo náutico  inglés versus el estancamiento naval español, y entre el ordenamiento social de Inglaterra mayormente en base  a la iniciativa privada y a la libertad de comercio, versus el férreo control y monopolio comercial en España.

Puede señalarse  que paradójicamente el engrandecimiento de España al consolidar su imperio en la América nuestra, dará lugar  a un ocaso relativamente rápido del poder español a resultas de las guerras de España en Europa, conflictos que derivan del haberse reunido en Carlos V  las coronas de España y  del Sacro Imperio Germánico, conflictos que llevaron a una rápida dilapidación  del ingente caudal de oro y plata proveniente de las colonias americanas españolas. Inglaterra por contraste y como bien acota Zea,  al estar poco interesada en ser una fuerza hegemónica en Europa,  dio preferencia a desarrollar su propio imperio continental americano.

Cabe ahora referirse a la visión prejuiciosa  de  la ‘Leyenda Negra’ del coloniaje español, porque si bien es innegable la crueldad, las vejaciones y el despojamiento de los pueblos prehispánicas, así como el habérseles diezmado a resultas de las enfermedades traída por los conquistadores; sin embargo los detractores de España silencian que  desde el primer momento hubo mestizaje de sangres,  que  la Iglesia Católica recibía como fieles a los indios dentro de la comunidad religiosa de la sociedad colonial,  o que las leyes de la Corona tuvieron un claro sentido protector y de reconocimiento de la condición de seres humanos de los americanos oriundos.

Pero si de una Leyenda Negra se trata también cabe aplicarla a la colonización inglesa, como es el haber aplicado como argumento ‘científico’ el que los naturales de la América inglesa correspondían a una especie humana inferior a la de los colonizadores, de modo que el afán de la pureza étnica inglesa resultó aún más vejatoria que la ejercida por España, al irse traduciéndo ello en el despoje de territorios indios y no pocas veces en la abierta exterminación de grupos aborígenes de la América del Norte.

En resumen: la relativamente rápida decadencia del Imperio Español ya desde los siglos XVI y XVII, contrasta con la expansión mundial del imperialismo inglés. Ello implicará que mientras el modelo democrático y del liberalismo económico  se afianzó,  incluso cuando Estados Unidos deviene en una nación independiente, los países nuestros se  moldearon bajo una institucionalidad derivada del anacrónico orden político y social español. Pero a cambio de esto, si en la América del Norte prevalecerá la visión del pragmatismo utilitario propenso al individualismo y al puro materialismo, en lo más hondo del proceso formativo de países como el Perú, se enraizaron las ideas del humanismo solidario neoescolástico, legado que irá aunado a la riqueza de la cultura  y sabiduría de lo americano prehispánico.

lunes, 24 de octubre de 2011

PERU: ANTECEDENTES FORMATIVOS EUROPEOS (II)

El período europeo entre los siglos XV y XVI,  al inicio de los Tiempos Modernos, será testigo del surgimiento de  Inglaterra y España como dos naciones de singular gravitación en Europa, Inglaterra encarnando las tendencias que irán dando forma a la era de la modernidad era que perdurará hasta nuestros días—,  en tanto que España, fortalecida con el descubrimiento de América y frente a la insurgencia del protestantismo, asumirá el rol de defensor del legado de la tradición cristiana y humanista.

Así en tanto que Inglaterra acogía  la nueva visión de los franciscanos ingleses de Oxford y hacía suyos los nuevos tiempos de la modernidad,   España se opuso a tal visión que implicaba la desvalorización de la perspectiva de Santo Tomas de Aquino, y se aboca a una  visión que conciliando la irrupción de los Tiempos modernos no  cortara el cordón umbilical con la perspectiva neoescolástica del catolicismo.

No es difícil inferir la abierta contraposición filosófica entre la posición de Inglaterra, que encarnaba la novedad de era de la modernidad, era  que evolucionará hasta la actual postmodernidad; versus la posición de España aferrándose a la tradición del humanismo escolástico. Así, si España católica abrazó la creencia católica del paraíso celestial, la Inglaterra ‘moderna’ sólo aspirará un paraíso de orden terrenal nada utópico.

Los contrastes entre lo  inglés y lo español se irán acentuando conforme se fue afirmando la modernidad. España quedará simbolizada en ese binomio de polaridades entre un Don Quijo­te y un Sancho Panza, aquel iluminado por la locura caballeresca bus­cando la  gloria altruista del deshacedor de entuertos, y Sancho, con los pies en la tierra y con un gran caudal de sabidu­ría práctica aunque con un cierto tinte de escepticismo. Inglaterra en contraste con el altruismo quijotesco que encarnaría España, se afirmará en un pragmatismo utilitario que no vacilará  en honrar con el título de Sir a algún despiadado filibustero en tanto que sus acciones fueran de provecho para la nación inglesa,

Hay en este significativo contraste algo que nosotros los hispanoameri­canos debemos tener siempre muy presente, y es que para España y para nuestras naciones hispano- americanas  hay más una identificación con lo que encarnaba aquella dualidad de de don Quijote y Sancho Panza. Al respecto Leopoldo Zea cita al español Joaquín Costa quien al referirse a esta identificación cervantina nos  dice que en ello «pueda estar la posibilidad del porvenir de las naciones que bajo la sombra de don Quijote son enderezadores de entuertos y paladines de justi­cia de los despojados y sufridos hombres de la tierra».

En esa identificación con Don Quijote y Sancho Panza, se puede reconocer y comprender mucho del sentido de no pocos de nuestros rasgos idiosincrásicos, ya sea como ‘enderezadores de entuertos’ en  el ámbito de la política internacional,    defendiendo la no intervención en la soberanía de los pueblos o mostrándonos   afines hacia una solidaridad universal de todos los pueblos. Pero también podemos referirnos a ese otro prototipo de un Sancho Panza prudente y con los pies en la tierra, que profesa cierto grado de realismo  ante la vida,  incluso no exento de cierto escepticismo, pero sin embargo con una buena predisposición hacia el logro de nuestros sueños.

lunes, 17 de octubre de 2011

PERU: ANTECEDENTES FORMATIVOS EUROPEOS (I9

El profesor norteamericano Richard M. Morse en su ensayo El Espejo de Próspero  hace referencia a lo que llama la Prehistoria europea de las Américas, período que obviamente incluye también al Perú y sin el cual no es posible una cabal comprensión del proceso formativo de las naciones como la nuestra. Tal período señalado por Morse va desde el siglo XIII al XVII y en él ocurren cruciales desarrollos «de urbanización, de ascenso de la burguesía, consoli¬dación de los estados nacionales, pluralización religiosa, des¬arrollo capitalista, expansión ultramarina y cientifización de la visión del cosmos del hombre”.

A su vez y refiriéndose a ese mismo período el filósofo mexicano Leopoldo Zea  destaca como a  fines del siglo XIII Tomás de Aquino había dado lugar a su famosa Summa Theologica, aquel gran sistema metafísico que establece  las bases filosóficas  de un orden cósmico afín al orden político vigente en el medioevo, y que al concebir a Dios como razón  se accede a la comprensión de la realidad instituida por el propio Dios.

Ahora bien, frente a este apogeo escolástico encarnado en la Summa Theologica,  se yergue la llamada filosofía teológica de los franciscanos  ingleses de Oxford: Roger Bacon, Duns Scoto y Guillermo de Ocam cuya concepción es la de «individuos que nada quieren saber de un orden que los trasciende y domine». Como señala Zea las semillas del  antropocentrismo moderno ya estaban lanzadas a la Historia, semillas que «disolverán el gran sistema metafí¬sico del Doctor Angélico».

Los franciscanos ingleses devienen así en una suerte de campeones de una visión que en abierta oposición a las posiciones tomistas, echaban las bases de una filosofía cada vez menos teológica y más doctrinariamente laica. Estamos frente a las manifestaciones tempranas de lo que iba a ser la modernidad renacentista y que iban a dejar sin fundamento no sólo al orden cósmico medieval de Tomás de Aquino sino al propio orden socio-político que del tomismo se derivaba.

Se da así, de hecho, una renuncia filosófica a la comprensión no sólo de la racionalidad y del conocimiento de Dios,  sino también a la aprehensión de lo divino en la esencia de la Naturaleza —caras afirmaciones en la visión escolástica—,  y que al renunciar a ella surgió una nueva concepción: la de un entendimiento funcional  de la natura¬leza y de lo puramente fenoménico. Para Leopoldo Zea se ve aquí el fundamento de la visión moderna de lo utilitario a ultranza, así de ahora en adelante la naturaleza debía ser transfor¬mada para servir a los intereses y propósitos del hombre, referencia protagónica y obligada para el hombre moderno.

Así, el ser humano en la visión franciscana inglesa, si bien queda dotado de razón, es ahora un ente aislado de Dios, sólo dispone de aquella razón puramente humana y la que dispondrá para el conocimiento ‘racional’ de la naturaleza,  ésta en su condición de ser puramente funcional, por ende ahora la naturaleza debía ser transformada para servir a los fines humanos.

Este antecedente: rol decisivo del pensamiento reformador de los frailes ingleses, es uno de los factores que contribuirá a que Inglaterra surgirá como la campeona de la nueva visión de la modernidad, en contraste con el rol histórico de España que frente a los nuevos tiempos asume la responsabilidad de rescatar el legado y la riqueza del pensamiento escolástico en la versión de Santo Tomás de Aquino, rol el de España al que haremos referencia en la siguiente nota y  que con la herencia de la sabiduría y experiencia histórica de lo americano prehispánico devendrán en los dos grandes factores decisivos del complejo proceso formativo del Perú.

lunes, 10 de octubre de 2011

LA CIENCIA CONTEMPORANEA Y EL SEGUNDO RENACIMIENTO

El físico J. David Peat y el escritor científico John P. Briggs en un ensayo suyo: A TRAVES DEL MARAVILLOSO ESPEJO DEL UNIVERSO, exponen lo que llaman las ‘teorías del espejo’, que están abriendo el panorama científico actual a perspectivas de una radicalidad tal, que para los autores la nueva visión de la realidad lleva a recordar el conocido cuento de A Través del Espejo de Lewis Carrel, cuando al atravesar una suerte  de ‘barrera del espejo’ sucede que las leyes de la naturaleza parecen desafiar las referencias  científicas actuales y nuestras comunes percepciones.

Para Peat y Briggs tal salto cualitativo  contrasta con el paisaje científico actual todavía enraizado en la concepción de la física clásica newtoniana,  y ello en grado tan radical como el que a su vez  se dio en los siglos XV y XVI durante el Renacimiento cuando preclaras figuras como Copérnico, Galileo, Kepler y más tarde el propio Newton desbancaron las rancias ideas medievales sobre la realidad del mundo. Es a esta  expansión cualitativa del conocimiento científico contemporáneo,  a la que Peat y Briggs conciben como un segundo Renacimiento, la cual presenta además una característica sui generis,  porque si bien en el primer Renacimiento la revolución de la ciencia tardo siglos en desarrollarse, ahora la nueva visión de la realidad en este segundo Renacimiento podría tomar tan sólo unas pocas décadas.

El ensayo que comentamos después de una rápida referencia a la relatividad einsteniana y a la física cuántica se explaya en estas teorías del espejo como son las del afamado físico David Bohm y las de Ilya Prigogine, Rupert Sheldrake y Karl Pribram, planteamientos cuya influencia «[…] podría trastocar muchos de los supuestos  más profundos  de teorías tan angulares como la teoría cuántica, la relatividad y la teoría de la evolución».

Peat y Briggs  creen que todas estas revoluciones teóricas  dentro del nuevo paradigma del espejo, son los heraldos de una tan radical revolución en el conocimiento, que refiriéndose a las afirmaciones del filósofo e historiador de la ciencia Thomas Kuhn, quien ve el desarrollo científico caracterizado por profundos cambios revolucionarios en el contenido teorético de las teorías científicas, de modo  que para Peat y Briggs estamos ad portas de un cambio de paradigmas del pensamiento científico como aquellos que señala Thomas Kuhn.

El Dr. Rupert Sheldrake uno de las más innovadores biólogos  actuales, hace referencia  en un ensayo suyo  a cómo la ciencia clásica terminó por sustraer todo principio ‘animante’ de la Naturaleza, la que así devino en una máquina automática totalmente carente de alma.   Sin embargo y desde la teoría del Big Bang el mundo empezó a ser concebido como un ente que se ‘desarrolla’ y crece por ende y como dice Sheldrake el Universo resulta  «un organismo que está todavía creciendo y en vías de desarrollo».

Podríamos entonces decir que el Universo empezamos a concebirlo como una totalidad viva, fluyente y palpitante conteniendo en sí todo ente existente: inerte o viviente incluyendo obviamente al propio ser humano, éste como el vértice o cima de toda  la creación. Tal  visión empieza a aproximarse al viejo orden del saber metafísico y espiritual, por ende podemos decir que si  en el primer Renacimiento en los siglos XV y XVI se dio un gap entre la Ciencia y la Creencia cada vez más profundo, en este segundo Renacimiento se estaría por el contrario dando un gradual reacercamiento de esos dos grandes campos del saber.

lunes, 3 de octubre de 2011

CIENCIA Y CREENCIA:DOS ESPACIOS EN CONTRAPOSICION

F.S.C. Northrop en The Meeting of East and West   al ocuparse de la cultura mexicana prehispánica, muestra cómo la creencia religiosa conformaba una tríada orgánica     con el conocimiento de las cosas y  con el valor de lo estético, observación que se ve confirmada con las culturas prehispánicas como las del Perú y en general en la cosmovisión de las culturas de la Antigüedad. Sin embargo la civilización occidental en su fase actual presenta un virtual divorcio entre esos tres campos, muy especialmente entre los de la ciencia y el de la creencia.

Este alejamiento tiene su origen cuando los primeros escarceos de la ciencia desde los siglos XV y  XVI a partir de las ideas de Copérnico, Kepler y Galileo, se enfrentaron al dogmatismo doctrinario de la catolicidad romana y al tenebroso poder de la Inquisición. Pero para la   Iglesia la confrontación iba a serle crecientemente adversa, ya que frente a los logros sucesivos que iba alcanzando la ciencia, especialmente a partir de las ideas de Newton, la perspectiva eclesial afectada además por la Reforma de Lutero, iba perdiendo terreno en el propio seno de la cristiandad debido a su aferramiento a la intransigencia confesional, actitud que ahogaba toda posibilidad de renovación de la propia visión religiosa de acuerdo a los nuevos tiempos iniciados desde el Renacimiento. En contraste con este decaimiento de la Iglesia,  la flamante revolución de la ciencia traía la singular novedad de una nueva forma de entender la realidad, ahora  por medio del intelecto y de la experimentación científica

Pero conforme la propia ciencia sumaba logro tras logro, ella iba cayendo en un mimetismo con el otrora clima de intransigencia de la cristiandad, al ir adoptando el mismo espíritu del dogmatismo confesional. En otras palabras la razón intelectual, erguida ahora como  única referencia válida de la verdad, dictaba que aparte de la perspectiva científica lo demás carecía de todo valor de autenticidad y validez. De otro lado la ciencia  impuso su impronta en el pensamiento moderno condicionándolo a paradigmas que daban lugar a una visión única de la realidad bajo la perspectiva cientificista.

Hoy en plena fase de la postmodernidad el hombre contemporáneo se encuentra ante una doble decepción: en efecto si bien en la pre-modernidad  el mundo era uno más de injusticias y sufrimientos que de felicidad, el hombre  se refugiaba en la idea de un  ‘paraíso celestial’  al final de esta vida, pero cuando la modernidad fue afianzándose y tornándose cada vez más convulsa y dado que la visión cristiana no supo adecuarse a los nuevos tiempos,  entonces aquella imagen de lo celestial dejó de tener actualidad. De otro lado, respecto a los ‘paraísos terrenales’ que hasta la primera década del siglo XX ofrecían la ciencia y la tecnología, la humanidad ha ido encontrándose ante problemas de cuya agudeza son responsables no pocos de los propios avances y logros tecnológicos.

Pero así como la catolicidad debió su amenguamiento a cuando la pura y prístina verdad evangélica se vio progresivamente suplantada por el dogmatismo amén de que el usufructo del poder terrenal infestó a la Iglesia hasta caer en los excesos que rebelaron a Lutero; la ciencia también empezó a perder el camino de su vocación primigenia en la búsqueda de la verdad racional,  al supeditarse a los intereses del poder de lo económico que condicionaba la investigación científica a sus miras mayormente materialistas y utilitaristas.