Anteriormente se ha hecho referencia a cómo los Indignados españoles transformaron sus manifestaciones en una asamblea colectiva bien cohesionada, algo muy distinto al mero balbuceo iracundo de otros movimientos de protesta. Justamente tal capacidad de organización les permitió hacer público un manifiesto con 16 propuestas suyas, documento con que se daba respuesta a la crisis que afecta a España y al estamento de los jóvenes que en un 40% no encuentran trabajo.
Al haber conceptualizado su posición, ello hace posible formular un juicio sobre la pertinencia o no de sus propuestas, pero además tal protesta permite cobrar mayor conciencia de lo que implica la seria problemática europea mundial, agravada ésta por la crisis económica que hoy afecta al mundo occidental. Cabe decir que un juicio inmediato sobre las medidas que proponen los Indignados españoles, sería saltar precipitadamente a conclusiones ya que se imponen análisis que escapan al alcance de nuestros comentarios aquí, pero cabe resaltar dos aspectos muy significativos que exponemos a continuación.
En primer lugar lo que proponen los jóvenes de España, va más allá del reclamo colérico que sólo responde al egoísmo de cada quien al verse afectado por la crisis. En otras palabras, los jóvenes españoles están considerando en sus propuestas la necesidad de un orden que auténticamente esté al servicio del colectivo social en general, no sólo el de la juventud carente hoy de oportunidades. Cabe relevar que lo que destaca en los Indignados españoles es un sello muy propio de lo hispano, porque en su manifiesto de 16 puntos se refleja el influjo en el alma española de la noción del ‘Bien Común’, noción que emana de la vieja tradición del humanismo neo-escolástico cristiano, secular tradición que también distingue al Perú y demás países latinoamericanos.
En segundo lugar, más allá del caso de los Indignados españoles, en general el movimiento de protestas juveniles que recorre Europa, amén de lo que puedan significar asimismo las manifestaciones del ‘Occupy Wall Street’, lo que se está revelando es un fenómeno de serio descontento colectivo no sólo contra políticos y banqueros sino quizás contra el orden mismo que hoy caracteriza a Occidente, y que si se toma en cuenta lo que igualmente está sucediendo en las naciones árabes, estamos ante la presencia de un perturbador factor que puede presagiar el incubamiento de un grave peligro de desestabilización mundial.
Tales dos aspectos no sólo dan luz sobre la problemática económica que hoy sacude al mundo occidental, sino que la queja consensuada de los Indignados nos hace conscientes de tres realidades. En primer lugar, los muy serios problemas que sacuden a la Unión Europea , son el resultado de lo que alguien en referencia a la Italia de Berlusconi ha llamado el régimen de la ‘dolce vita’ dada la imprudente liberalidad en la política social y en el endeudamiento público, liberalidad que cabe aplicar también a la Grecia de Papandreu y en cierto grado a la España de Zapatero. En segundo lugar y sin negar los abusos de la liberalidad tipo ‘dolce vita’, no debemos olvidar que la crisis europea es una ‘réplica’ del sismo bancario norteamericano del 2,008.
Un tercer aspecto nos lleva a reiterar que estamos frente a un agudo descontento colectivo contra el establishment, vale decir contra las bases mismas del sistema, por ende es imperativo una visión que nos devuelva la escala humana de las cosas y una conciencia moral que desplace el egoísmo utilitarista de la postmodernidad.
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