Si hay aspectos que cobran relieve en la
época actual de la postmodernidad occidental son los que conciernen a lo
económico, lo político y a la primacía militar a nivel mundial que
indiscutiblemente hoy ostentan los Estados Unidos. Veamos ahora estos aspectos
dentro de la época tardía y final de la civilización greco-romana. Así y comenzando
con el orden de lo económico, era claro que la institución del esclavismo,
predominante modo de producción de la época, si bien contribuía a satisfacer la voracidad de bienes y el
hedonismo de los romanos, fue al mismo tiempo
quitándole todo sentido a la vida. En el aspecto político, la
responsabilidad social ante la cosa pública de las propias clases privilegiadas,
fue menguando en la medida que fue
predominando el egoísmo clasista, ya que significó darle cada vez una
preferencia egoísta a los asuntos
privados en detrimento de los deberes
públicos. De otro lado la defensa militar era confiada cada vez más a contingentes
mercenarios con el consiguiente resultado de la pérdida de la otrora
efectividad militar de las legiones romanas. Otro aspecto my significativo que
fue derivando de este orden de cosas es que las ciudades fueron haciéndose cada
vez más inseguras y peligrosas, dándose comienzo a un creciente éxodo de lo
urbano a lo rural.
Conviene detenernos algo en este fenómeno
del éxodo de la ciudad al campo. El historiador Erich Kahler[1] autor de un lúcido ensayo de la Historia a modo de una biografía del propio ser
humano, señala en dicha obra aquel
fenómeno del éxodo de lo urbano y lo explica no solamente como un indicio claro
de la desprotección militar de las ciudades romanas, sino como resultado de la carga cada vez más pesada de los impuestos
que el Estado romano imponía a los
ciudadanos urbanos y del proceso de «una
burocratización absoluta, [que] es más una especie de totalitarismo
burocrático». Esto, para Kahler, cobra especial importancia a partir de la
época del emperador Dioclesiano, quien irónicamente pretendió con tales medidas
reflotar el sistema económico ya
quebrantado tanto por una fuerte inflación monetaria, como por el sostenimiento
de la costosa administración civil y el aparato militar del imperio.
La consecuencia de aquella política fiscal
impositiva lógicamente fue la que dio lugar a un desplazamiento masivo de gentes de distintas
extracciones sociales para liberarse de
las cargas tributarias urbanas. Así, el
factor de la inseguridad creciente de las urbes y la necesidad de radicar en el campo, lejos
de las ciudades, se aúnan y dan por resultado
un nuevo orden de relaciones y contraprestaciones personales de los
emigrados, grupos a los que se terminaría por llamar la ‘clientela’ y que se organizaban como núcleos poblacionales
alrededor de poderosos señores residentes en el campo. Todo ello, según Kahler,
se fue convirtiendo en los distintos «elementos estructurales del mundo
medieval, del orden social que se designa con el nombre de sistema feudal».
Estas consideraciones son bastante
ilustrativas sobre cómo un determinado proceso social, como fue aquel éxodo de
lo urbano a lo rural, puede dar lugar a
un fenómeno histórico radicalmente inédito, como para la moribunda sociedad
romana fue el nacimiento de la era medieval que sucedió a la civilización
greco-romana.