lunes, 7 de noviembre de 2011

LAS DOS GRANDES FUENTES FORMATIVAS DEL PERU [1]

El proceso que ha ido dando forma a nuestra forma de ser como país, es uno bastante complejo al  confluir en él dos grandes fuente formativas: la visión humanista a la que cabe denominar como la perspectiva neoescolástica y que nos trajo España,  y la singular riqueza de la tradición enraizada en lo americano prehispánico, la que aunque mayormente se vive en el llamado Perú  Profundo, sin embargo también  influye decisivamente  en la evolución de la realidad nacional. El reconocer la profunda huella de estas dos fuentes en nuestra forma de ser, no significa para nada desconocer todos los aportes que otras culturas de diversas partes del mundo han contribuido al acervo cultural de lo peruano.

Ocupándonos de inmediato de la primera fuente: la de aquel humanismo neoescolástico, para referirnos luego en la próxima nota al gran aporte  de los pueblos prehispánicos, podemos decir que el humanismo español de raigambre cristiana es una perspectiva que ha conferido una singularidad al carácter nacional del Perú, aunque acusando una distancia respecto a la otra gran perspectiva de lo que fue dándose como la ‘modernidad’ europea del Renacimiento en los siglos XVI y XVII.  Tal movimiento de la modernidad pronto empezó a acusar ciertos aspectos que se contraponían a la tradición cristiana medieval y escolástica, tradición ésta a la que España asumió la tarea histórica de conservar. Es a esto a lo que se denomina el neo-escolasticismo y que se enraíza en la singular obra de Santo Tomás de Aquino al escribir su Summa Theologica,  tratado que instituye todo un ordenamiento social, cultural y espiritual abrevado en la tradición cristiana medieval.

Hay que dejar esclarecido que tal tradición del neo-escolasticismo es una profunda indagación, dentro de la perspectiva cristiana, del triple misterio del mundo y del cosmos, del hombre en sí y del orden de lo divino y lo trascendente. Es más el neo-escolasticismo estuvo muy lejos de ser una mera preservación inmovilista de la historia, al haberse orientado hacia una lúcida actualización de la tradición medieval ante las  insoslayables realidades de la nueva época de la modernidad. Basta mencionar el haber instituido el Derecho Internacional para regir la relación entre las naciones del orbe.

El neoescolasticismo acusa hoy una especial actualidad,  como lo demuestra la obra de filósofos de la talla de Jacques Maritain, dándose en dicho movimiento una convergencia entre los órdenes de lo espiritual y de lo  temporal bajo el signos de la libertad,  ello no sólo en el sentido de lo político y lo económico sino como facultad inalienable del alma humana. El humanismo neoescolástico no es ajeno al perfeccionamiento permanente de la institucionalidad social, cuidando que tanto a nivel de lo individual como de lo colectivo impere el ‘bien común’, éste en su doble dimensión de lo espiritual y de lo temporal.

Lo expuesto es suficiente para atisbar la riqueza de la herencia neoescolástica de los pueblos americanos indohispánicos justamente en estos tiempos signados por la aguda crisis de valores que aqueja la civilización occidental,  herencia cuyas posibilidades en la creación de una nueva cosmovisión de la realidad, permitirá devolver al hombre contemporáneo un nuevo sentido de armonía entre lo sagrado y lo profano.

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