En el último informe anual de Naciones Unidas sobre el Indice de Desarrollo Humano (IDH) a nivel mundial, Noruega encabeza por un año más la lista de los países que acusan un óptimo desarrollo y que la califica como la nación donde mejor se vive a nivel mundial. Sin embargo, es en este país que a juzgar por el IDH resulta idílico, donde el pasado 22 de julio se produjo un atentado terrorista que costo la vida a 77 víctimas, atentado que no ha sido perpetrado por algún conocido grupo terrorista internacional, sino por un ciudadano noruego: Anders Behring Breivik,
¿Quién es Anders Behring Breivik? Se trata de un empresario, cristiano luterano, políticamente conservador y derechista de tendencia nacionalista, crítico severo del Islam y de la admisión europea de los refugiados de otros pueblos. Sus convicciones cada vez más extremas desde comienzo del siglo XXI, han llevado a este sujeto ha calificar el atentado de su autoría como una acción ‘atroz’ pero ‘necesariaʼ.
El que en un país como Noruega haya ocurrido tal insanía y perpetrada además por un ciudadano noruego, permite ver la peligrosa situación que deriva de los actuales extremismos fundamentalistas cada vez más extendidos. El fenómeno surge cuando determinado aspecto de una posición religiosa o ideológica se convierte en un absoluto dogmático, proceso que pronto desemboca en una actitud de violencia vindicativa y correctora de aquello que es contrario a tan excluyente visión.
El fundamentalismo religioso o ideológico resulta de un intento de encuadrar toda un campo del conocimiento en un único aspecto de aquel, lo que lleva necesariamente a confundir en grado enceguecedor el todo con una determinada parte de dicho todo. Tal reduccionismo y la actitud de intolerancia hacia lo que no reza exactamente con la afirmación dogmática, genera un perturbador clima emocional de violencia que justificará todo medio para imponer el dogma religioso, económico o político. Tal violencia no dudará en llegar a la insanía criminal que se ejercitará sobre grupos de gente inocente, por el sólo delito de no pertenecer a la visión extremista que se quiere imponer.
Si bien el dogmatismo religioso se ha dado en diferentes culturas, la ideología es un rasgo inédito de la civilización occidental que a partir de fines del siglo XIX dejara de lado la otrora posición enciclopedista de la Ilustración del siglo XVIII, generalizándose el grave error de reducir toda la realidad a una parte de ésta, reduccionismo que a la larga conduce a la intransigencia y a la violencia, flagelos que se agravan actualmente con el divorcio contemporáneo entre el conocimiento científico y el campo de lo metafísico y de lo espiritual.